Uno de los mitos náhuas que expresan el origen del
Hombre cuenta acerca del viaje que hace Quetzalcóatl a
Mictlan, al lugar de los muertos. Luego que los dioses náhuas
reunidos en Teotihuacán crearon
el sol y la tierra se preocuparon por quién había de habitar esta
última. Entonces Quetzalcóatl viaja al Mictlan y pide a
Mictlantecutli y Mictlancíhuatl, el Señor y la señora de Mictlan,
los huesos de los hombres para volverlos a la vida:
Y le dijo Mictlantecutli: ¿Qué harás con ellos
Quetzalcóatl?
Y una vez más dijo (Quetzalcóatl): los dioses
se preocupan porque alguien viva en la tierra.
Y respondió Mictlantecutli: Está bien, haz
sonar mi caracol y da vueltas cuatro veces alrededor de mi círculo
precioso.
Pero su caracol no tiene agujeros; llama entonces
(Quetzalcóatl) a los gusanos; estos le hicieron los agujeros y luego
entran allí los abejones y la abejas y lo hacen sonar.
Al oirlo Mictlantecutli dice de nuevo: Esta bien,
tómalos.
Pero, dice Mictlantecutli a sus servidores:
¡gente del Mictlan! Dioses, decid a Quetzalcóatl que los tiene que
dejar.
Quetzalcóatl repuso: Pues no, de una vez me
apodero de ellos.
Y dijo a su nahual:
ve a decirles que vendré a dejarlos.
Pero, luego subió, cogió los huesos preciosos:
Estaban juntos de un lado los huesos de hombre y juntos de otro lado
los de mujer y los tomó e hizo con ellos un ato Quetzalcóatl.
Y una vez más Mictlantecutli dijo a sus
servidores: Dioses, ¿De veras se lleva Quetzalcóatl los huesos
preciosos? Dioses, id a hacer un hoyo.
Luego fueron a hacerlo y Quetzalcóatl cayó en
el hoyo, se tropezó y lo espantaron las codornices. Cayó muerto y
se esparcieron allí los huesos preciosos que mordieron y royeron las
codornices.
Resucita después Quetzalcóatl, se aflige y dice
a su nahual: ¿Qué haré nahual mío?
Y este le respondió: puesto que la cosa salió
mal, que resulte como sea.
Los recoge, los junta, hace un lío con ellos,
que luego llevó a Tamoanchan.
Y tan pronto llegó, la que se llama Quilaztli,
que es Cihuacóatl,
los molió y los puso después en un barreño precioso.
Quetzalcóatl sobre él se sangró su miembro. Y
en seguida hicieron penitencia los dioses que se han nombrado:
Apantecuhtli, Huictlolinqui, Tepanquizqui, Tlallamánac, Tzontémoc y
el sexto de ellos, Quetzalcóatl.
Y dijeron: han nacido, o dioses, los macehuales
(los merecidos de la penitencia).
Porque, por nosotros hicieron penitencia (los
dioses).
Es digno de resaltar en
este pasaje poético sobre el origen mítico del Hombre (es decir, de
los macehuales, de la gente), que hay un interés en los mismos
dioses por que los seres humanos existan, por que habiten la tierra.
Sin embargo, también se advierte la lucha que combaten distintos
dioses, Quetzalcóatl por un lado y los dioses del Mictlan por otro.
Quetzalcóatl representa una faceta del Dios dual Ometéotl en que se
afirma su capacidad de crear la existencia humana, por lo que también
es símbolo de la sabiduría.
Luego de su intento
fallido de sacar del Mictlan los huesos de los hombres, Quetzalcóatl
no puede abandonar su propósito, por más transgresor que sea. Y es
que este es otro atributo de Quetzalcóatl, que comparte en realidad
con la raza humana: la de romper con lo establecido mediante la
creatividad o invención. Entonces es cuando lleva los restos de los
huesos a Tamoanchan que es también Omeyocan, el lugar del Dios de la
dualidad, Ometéotl, donde se origina todo. El lugar por excelencia
para
crear, el lugar mítico desde donde nacen los
nonatos al mundo. Allí, en un rito que refleja el proceso de la
creación, Cihuacóatl (también llamada Tonantzin) y Quetzalcóatl
trabajan juntos, cada uno a su manera, para producir la raza humana.
Este trabajo es entendido como una “penitencia” de los dioses,
por lo que los seres humanos son denominados “macehuales”, que
significa “los merecidos de la penitencia”.
Así, pues, Quetzalcóatl
y Tonantzin son en cierto modo los dioses fundadores de los náhuas,
los padres creadores de las gentes náhuas.
Bibliografía:
León-Portilla, M. La filosofía náhuatl. UNAM. México. 1983.
Bibliografía:
León-Portilla, M. La filosofía náhuatl. UNAM. México. 1983.
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