Pasado,
presente y futuro, esas son las formas en que nos ubicamos en el tiempo o
hacemos referencia a él con algún acontecimiento de nuestra vida. Algunos
pensadores se han preguntado si el tiempo es algo real, es decir, algo
objetivo, o es algo meramente ideal, que sólo existe en nuestra subjetividad. ¿Qué
partido hemos de tomar a ese respecto? Me inclino por creer en el tiempo como
algo real, en el sentido de que es algo que vivimos no sólo objetivamente, ni
sólo subjetivamente, sino “intersubjetivamente”. Es algo que compartimos en la
existencia con los demás.
Cómo
experimentamos eso que llamamos “Tiempo”, esta será la cuestión sobre la cual
trataré de profundizar en las siguientes líneas. Abordaré el problema en los
términos en que ya lo he dividido: ¿qué es el pasado?; ¿qué es el presente?;
¿qué es el futuro?
Presente
¿Qué
es el presente? En el tiempo presente se halla la existencia misma en su
existir. Sin embargo, es indiscernible si no se le contrasta con el pasado y el
futuro. En el presente se encuentran el deseo de existir frente a todo lo
demás: lo que secunda ese deseo y lo que lo contradice. Pero este encuentro es
siempre fugaz, se nos escabulle, nos es imposible atraparlo y mirarlo como
presente, y se vuelve constantemente pasado o futuro. El presente es el devenir
mismo de las cosas desde el pasado hacia el porvenir (o, incluso, desde el
futuro hacia el pasado, en la interioridad de la persona).
A
diferencia del pasado y el futuro, el presente es más corporal, es acción del
cuerpo tanto como del alma, mientras que pasado y futuro son más bien acciones
del alma humana. Ubicarse en el presente significa no sólo recordar el pasado o no
sólo imaginar las posibilidades del futuro, sino actuar con la mira puesta
en un fin.
Las
acciones humanas sólo cobran sentido en el marco del devenir de la existencia,
por lo que puede decirse que el presente depende en mucho del pasado y del
futuro: saber de dónde venimos y hacia donde vamos. Esta interdependencia
expresa la relación dialéctica entre pensar y existir. Y por pensar hay que
entender la interpretación de nuestro pasado y futuro. De dicha interpretación
se sigue nuestra existencia.
Vivir
el presente significa ser creativo, ser libre. En la vivencia del presente se
alcanza la única forma de eternidad
asequible al ser humano. Porque la eternidad no es más que la existencia misma,
el ser fiel a sí mismo, el ser dueño de sí de la persona humana. Y la vivencia
del presente no es otra cosa más que la acción adecuada tanto de la mente como
del cuerpo humano. No hay separación entre pasado, presente y futuro en medio
de la acción consciente y libre de la persona creadora.
Pasado
Como
ya se mencionó anteriormente, el pasado es inherente a ciertas acciones del
alma humana: las acciones de representación de las cosas que nos han afectado
con antelación. Podemos agregar, además, que dichas representaciones pueden ser
incluso meros símbolos. Vivimos el pasado al recordar lo que nos ha sucedido
como individuos en nuestros encuentros con las cosas, o por lo que hemos oído
que ha ocurrido en nuestro pasado, allende nuestro mismo nacimiento, a través
de las enseñanzas de la Historia. Esta última forma de vivir el pasado es sobre
todo la que denomino “experiencia simbólica del pasado”, pues se concreta por
medio del lenguaje del discurso histórico.
El
pasado existe en nosotros individualmente como una huella, una impresión de
nuestras experiencias con el mundo. Igualmente, puede decirse que en el mundo
mismo, los hechos del pasado dejan sus huellas. A través de esos vestigios, el
ser humano ha podido hacer investigación histórica, antropológica o
arqueológica, que son consideradas ciencias. El pasado, pues, no es mera
subjetividad individual, aunque tampoco pura objetividad. Depende tanto del vínculo sujeto-objeto como
de la relación intersubjetiva sujeto-sujeto.
Ciertamente,
el pasado no es algo fijo, sino dinámico, que dependerá de la situación en el
presente de las relaciones antes mencionadas.
Futuro
El
futuro es imaginación, la consideración de posibilidades de las cosas y las
personas; aunque también puede ser una representación racional de un hecho
natural o humano, fundamentada en el conocimiento de las leyes que gobiernan el
mundo. La primera de estas dos formas es la que vivimos cotidianamente.
Por
lo general no planeamos lo que hacemos, y cuando planeamos, no lo hacemos con
el rigor de una ciencia exacta, racionalmente. Sin embargo, el ser humano tiene
en sus manos el grandioso poder de anticiparse al futuro, forzándolo a ser,
desde el presente. Vivimos el futuro actuando en el presente y sabiendo de las
consecuencias que tal acción tendrá. Entonces, se puede decir, realmente somos
dueños de ese futuro.
Pero,
dicha planeación del futuro puede tener como origen un mero capricho o
determinaciones circunstanciales, ajenas al verdadero deseo de quien planea, en
lugar de ser ocasión para un bien humano general; y, entonces, por muy racional
que parezca, tales “decisiones” no son libres ni adecuadas a la persona.
Conclusiones
Como
se ha visto, los tiempos no existen aislados entre sí, sino que se
interrelacionan debido a que poseen una fuente común: la subjetividad humana.
Pero la forma en que son vividos por la persona depende mucho de su actitud, de
si esta es activa o pasiva.
Aunque
en apariencia la vivencia del presente parece obligar a que se sea activo, en
realidad no es así. También se puede vivir el presente de manera pasiva, como
cuando nos dejamos llevar por “intensas actividades rutinarias”; o bien, por
impulsos hasta cierto punto involuntarios. La actividad de nuestra conducta no
depende de su intensidad, sino de su grado de libertad, es decir, de qué tanto
está determinada por nuestras decisiones conscientes.
Igualmente,
las vivencias del pasado y del futuro pueden ser activas o pasivas, dependiendo
de la manera en que se vinculen con el presente. Ser activo en el presente
siempre significará tener una consideración activa o racional tanto del pasado
como del futuro.
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