Reflexiones sobre la Radio como medio de comunicación y sus posibilidades culturales.
TEXTO:
La radio se destaca
por ser uno de los medios de comunicación de mayor audiencia en el
momento. Al igual que otros medios masivos, como la televisión, el
cine o la prensa, tiene o debería de tener como uno de sus objetivos
la promoción de la cultura o cierta función de carácter educativo.
¿Realmente es así? Si hay algo de cierto en ello, ¿en qué medida
lo es? ¿Cuáles podrían afirmarse como los efectos reales o
posibles de una radio educativa o cultural? ¿Cuáles son los retos a
que se enfrenta este tipo radiofónico en su existir? A continuación
haré una serie de reflexiones en torno a estos problemas para
vislumbrar al menos la situación de nuestra radio cultural.
En tales reflexiones
es preciso aclarar previamente el significado de algunos términos
implicados en estas cuestiones, es decir, conceptos como:
comunicación, medio, cultura, y radio, principalmente.
Posteriormente a esta aclaración de términos, dilucidaré la
conexión posible entre la radio y la cultura, comparándola con el
nexo real que se manifiesta en nuestra radio actualmente o el que ha
tenido en el pasado. Esto es, en realidad, entrar en un proceso de
valoración de lo cultural en nuestra radio. Con esta valoración,
quizás, podrán delinearse posibles acciones a futuro.
Conceptos preliminares
Aunque, como parece
sugerir Pierre Guiraud en su libro “La semiología”, el concepto
de comunicación puede extenderse incluso hasta la identificación
con la percepción, “porque
según la etimología arcaica, sentir,
'dirigir', significa 'poner en línea (y por lo tanto en
comunicación)' el objeto percibido y los órganos sensoriales”1,
aquí simplemente me referiré a la comunicación como la transmisión
de un mensaje de una persona a otras. Dicho mensaje podrá adquirir
formas diversas, según se halle orientado hacia transmitir un dato
objetivo de la realidad, una emoción, una orden, etc.
En el proceso de la
comunicación humana podemos distinguir cinco elementos: emisor,
receptor, mensaje, código y medio.
Me aprestaré a definir sólo este último, por su vinculación
directa con nuestro tema. El medio es el vehículo o soporte físico
que sirve para que una persona (emisor) transmita un determinado
mensaje a otra (receptor), bajo un cierto código, es decir, un
cierto sistema de significación. Este medio es, en el más simple de
los casos, la propia voz humana escuchada directamente del emisor.
Pero la historia de la tecnología ha permitido que esa transmisión
de un mensaje entre seres humanos trascienda cada vez más ese
contacto directo, cara a cara, que ya he mencionado. Así, medios
como la escritura, el telégrafo, el teléfono, la radio y la
televisión, pueden servir al mismo propósito comunicacional que la
voz humana, aunque de manera más mediata y con mayor amplitud.
La
Radio es el medio de comunicación por el cual es transmitida la voz
humana a distancia sin el uso de cables, sino a través de ondas
hertzianas,
descubrimiento científico y técnico que ha tenido inéditas
repercusiones políticas, económicas y socioculturales. Aunque los
orígenes de la radio, a principios del siglo XX, se vinculan a la
telegrafía y telefonía inalámbricas requeridas con fines
militares2,
y las primeras emisoras de radio fueron promovidas por
radioaficionados, muy pronto pasó a significar una fuente de interés
para los capitalistas de todas las naciones, así como para sus
gobiernos. Un poco a la zaga, otros actores sociales como las
universidades, los grupos religiosos, escuelas, sindicatos, entre
otras instituciones, entraron en la participación de este medio con
aportaciones de tipo educativo o cultural.
Es
aquí donde se vuelve necesario precisar el significado de la palabra
cultura3.
Por ella entiendo el conjunto de creencias, conocimientos, hábitos,
actitudes o acciones forjadoras de valores que comparten los
individuos de una sociedad, y que ésta es capaz de reproducir en las
sucesivas generaciones a través de procesos educativos. Y cabe
destacar de la cultura un elemento importantísimo: el lenguaje. Sin
este elemento, el resto de sus aspectos característicos, como la
religión, la vida social, la ciencia, la moral, etc., nos parecen
imposibles. Pero, además de ser un instrumento fundamental que
posibilita la cultura, no deja de ser también una
parte
de ella. Existe una acción recíproca entre la cultura y el lenguaje
que deriva en un proceso de transformación de ambos. En cuanto
elemento de una cultura sirve de instrumento de transmisión de una
herencia
social
que las nuevas generaciones deben adquirir; pero, en su función más
auténtica, más genuina, por conservar su carácter originario, el
lenguaje es forjador de nuevos valores. A esto se halla asociado, por
supuesto, la actividad del entendimiento o pensamiento colectivo.
Dado
este papel sobresaliente que tiene el lenguaje tanto en la
conformación como en la transformación de la cultura, cualquier
medio de comunicación debe tener una función cultural intrínseca.
La radio es, quizás, después de la Prensa, el medio que más
radicalmente ha trastocado los modos establecidos de comunicación.
Mientras esta última posibilitó el acceso popular a los frutos de
la cultura, aquella los ha multiplicado más, aunque con la
característica de fugacidad de la palabra hablada. ¿Bajo qué
formas puede la radio influir culturalmente? ¿Cómo lo ha hecho
efectivamente? Trataré enseguida estas cuestiones.
Posibilidades
culturales del medio radiofónico
En
la misma historia de la radio, además del uso comercial de ella,
como ya mencioné anteriormente, se ha hecho también un uso político
y cultural. Este último, a cargo de los grupos religiosos, las
universidades o las escuelas. Pero, si nos atenemos a una concepción
de lo cultural como la descrita más arriba, debemos admitir que la
función cultural de la radio puede ser no sólo la que formalmente
se desarrolla en la promoción de las ciencias, las artes, la
historia y la filosofía, propia de las radios universitarias y
educativas. También en las radios generalistas, donde se programa
una diversidad amplia de contenidos, se transmite al escucha una
cierta herencia social manifiesta en la música popular o regional,
en el folclore, en los hábitos cotidianos de conducta y del habla,
etc. La superficialidad de un programa de noticias, que se limita a
dar meros datos, o las opiniones vertidas por un periodista de la
radio en torno a un cierto tema, llevan en sí una forma específica
de valorar
que es propia de la comunidad. Sin embargo, se suele dejar de lado en
las radios comerciales y del estado, la posibilidad de elevar la
educación del pueblo, haciendo que experimente y profundice los
frutos de la cultura.
Mientras
las radios comerciales no alcanzan un rango apropiado de “culturales”
por su frivolidad, las del estado ofrecen en el mejor de los casos
contenidos cuidadosamente esterilizados de la posibilidad de elevar
la autoconsciencia ciudadana; en cambio, sirven como un vulgar
instrumento de patrocinio político. Las mismas radios culturales,
como son ejemplo las universitarias, se ven afectadas por esta
inclinación antidemocrática de las radios comerciales y estatales,
al adoptar una forma de ser similar a estas últimas: confundiendo la
cultura con un mero conjunto de productos, entendiéndola como una
mercancía y no como un proceso. Pues, si se viera como un proceso,
se tendría en cuenta a los sujetos que lo realizan. Así que, no
puede haber una radio propiamente cultural si privilegia los
resultados de la cultura por encima de sus creadores, de la gente. La
radio cultural debe ser intrínsecamente popular.
En
este sentido, tal vez sean más culturales las radios comunitarias
o las creadas por asociaciones civiles. En ellas importan más los
sujetos que los objetos culturales, como actores de la cultura, y no
meros receptores pasivos. En ellas existe un encuentro verdadero
entre los miembros de la comunidad, que es el fin de la comunicación,
y que paradójicamente se pierde en las radios comerciales y
públicas. Quizás sean más culturales porque en ellas la cultura
adquiere su forma más noble, más genuina, al trascender su función
de meras transmisoras de la herencia social y proponer la creación
colectiva de nuevas formas de vida, más adecuadas a su existencia.
La Radio Cultural en
México
La
gestación de la radio en México no tuvo un destino muy diferente al
de otras naciones, al estar estimulada principalmente por intereses
de tipo comercial. La radio comercial es la que domina cabalmente por
casi cuarenta años, desde su aparición en 1923, cuando salen al
aire las primeras emisoras: la CYL, llamada “El Universal
ilustrado-La Casa del Radio”, y la CYB, “El buen tono”; pasando
por las que en la década de los treintas serían las dos más
grandes de la industria: la XEW, que nace en 1930, y la XEQ, fundada
en 1938; hasta la década de los sesenta, cuando el gobierno mexicano
se decide a participar como emisor en forma reglamentada, a través
de la promulgación de la Ley Federal de Radio y Televisión, en la
que se especifica que el Estado cuenta con el 12.5% del tiempo de
transmisión de los canales comerciales4.
Luego, a partir de la década de los setentas, comienza también a
impulsarse el surgimiento de radios públicas, ya sean del Estado o
universitarias.
El
desarrollo de la industria radiofónica mexicana, según Fátima
Fernández Christlieb, se cimentó en la conjugación de capital
mexicano y extranjero. El primero de estos capitales lo aportaron
miembros de las clases ricas porfiristas que, al ser vencidos
políticamente en la Revolución Mexicana, encontraron en la
industria de la Radio una forma de invertir su capital sin ser
afectados por las nuevas leyes constitucionales. Y la inversión de
capital extranjero, de origen estadounidense, se estimuló por la
necesidad de fomentar la instalación de estaciones comerciales
radiofónicas en México, ante el pobre mercado que era para la
comercialización de receptores de radio, producidos por los mismos
dueños de la industria de la Radio en Estados Unidos. La compañía
NBC (National Broadcasting Company), que se constituyó como la
primera en el ramo en ese país, participó en la conformación de la
XEW, en 1930, así como también la CBS (Columbia Broadcasting
System) tuvo que ver en la aparición de la XEQ, en 19385.
En
medio de esta preponderancia comercial de la radio mexicana, surgen
en los años 30's las dos primeras radios universitarias: Radio
Universidad Nacional, en 1937, y Radio Universidad de San Luis
Potosí, en 1938. Es notable que estas emisoras sobreviviesen en
medio del mar de emisoras comerciales, aportando contenidos tan
distintos al de estas últimas. Radio UNAM, por ejemplo, afirma que
sus contenidos comprenden lo a) cultural, b) lo educativo, c) lo
informativo y d) lo crítico6.
La radio comercial, en cambio, que dedica alrededor de la mitad de su
tiempo de transmisión a la publicidad, no destaca por emplear el
resto en programas con fines educativos.
Es,
quizás, en ese aspecto crítico que dice expresar Radio UNAM donde
se pone de manifiesto lo propiamente cultural de la radio
universitaria, no tanto en la transmisión de formas culturales
fijas, sean ideas, música, obras literarias, hechos históricos o
políticos, etc. Mediante la crítica se percibe la realidad como
algo problemático, no como algo acabado, perfecto o imperfecto, sino
perfectible. En ella es donde se expresa más propiamente la
verdadera esencia humana, por lo que al practicar la crítica, el
preguntar racional sobre el qué y el por qué de las cosas, el ser
humano se encuentra a sí mismo, se realiza.
Este
carácter problemático-crítico de las radios universitarias guarda
con respecto al fenómeno de las radios comunitarias ciertas
similitudes en cuanto a su naturaleza cultural. Éstas últimas se
organizan en torno a un grupo social que las emplea como herramientas
para plantearse y abordar las soluciones posibles de sus peculiares
problemas de grupo. Con esto también se gana en el fortalecimiento
de una identidad como grupo social. Pero el tratamiento que dan a su
problemática no posee necesariamente un ingrediente filosófico o
científico formal como el de una radio universitaria, sino que
recurren simplemente a su experiencia y fortalecen sus convicciones
en el consenso o valoración colectiva.
En
nuestro país son significativos los esfuerzos realizados por grupos
marginados en torno a la organización de radios comunitarias, sobre
todo por las trabas gubernamentales de que han sido víctimas. “La
Voladora Radio”, ubicada en Amecameca, Edo. de México., que inició
sus emisiones con el objetivo de informar oportunamente sobre la
actividad del Popocatépetl, ha terminado por ser más que un simple
medio informativo: un espacio para la discusión de los políticos en
campaña frente a la opinión de la población, entre otras
funciones. Otro ejemplo es “Teocelo Radio”, en Veracruz, donde de
manera periódica se rinden informes por parte de las autoridades
hacia la población y, a su vez, ésta expresa sus demandas, dudas,
opiniones o sugerencias. “Radio Bemba”, en Hermosillo, Sonora,
que a principios de 2007 ha participado con el ayuntamiento en
talleres de radio en las colonias con mayores conflictos, donde los
jóvenes debaten en torno a temas como las adicciones, la violencia y
la salud sexual y reproductiva7.
Y podríamos mencionar otros casos en diversas latitudes del país.
Conclusiones
Retomo
las cuestiones planteadas en la introducción: ¿existe realmente la
Radio Cultural en México? Se puede afirmar que pese a los intereses
comerciales que han primado en este medio, se ha mantenido una cierta
presencia de lo cultural con las radios universitarias y
comunitarias. Sin embargo, en proporción con la radio comercial,
resulta ser ínfima esta presencia, sin la influencia que debiera
tener para conformar una sociedad culta y democrática. Y no está de
más decir que la responsabilidad de este hecho no recae
principalmente en ellas sino en el Estado, que en vez de promover su
existencia las limita.
Por otro lado, la categoría de “cultural” aplicada tanto a las
radios universitarias como a las comunitarias requiere de una
detallada inspección, en busca de los rasgos propios de lo cultural,
a saber: a) la transmisión de cierta herencia social inherente a la
comunidad a que va dirigida la radio, pero, a su vez, b) el ejercicio
consciente de una crítica o revaloración de esa misma herencia por
los sujetos que han de asumirla. Debe ponerse el acento sobre todo en
estos sujetos hacedores de la cultura, y no tanto en sus productos.
Las radios universitarias pueden caer en el pecado de invertir este
orden de importancia e hipostasiar a la cultura en sus productos:
entonces todo se vuelve un mero exponer, como en un museo, las obras
relevantes de la historia humana, marginando a la persona que los ha
creado. Por otro lado las radios comunitarias, envueltas en su
problematicidad concreta, se pueden ver limitadas a una inmediatez
carente de horizontes conceptuales o axiológicos, al no considerar
los frutos del quehacer humano global en sus soluciones específicas.
Estas son las dificultades a que deben sobreponerse cada uno de estos
géneros de radio para alcanzar el genuino estatuto de culturales.
Pero también tienen el reto de exigir al Estado la apertura de
mayores espacios culturales en la radio, incentivando la creación de
más emisoras universitarias y coadyuvando a las comunitarias.
Simplemente, no dejar pasar la oportunidad de hacer de este medio de
comunicación un eficaz instrumento de educación y edificador de la
identidad social.
Bibliografía:
- Albert, P.; Tudesq, A.J. Historia de la radio y la televisión. FCE. México. 1982. Trad. Diana Irene Galak C.
- Fernández Christlieb, F. Los medios de difusión masiva en México. Juan Pablos Editor. México. 1982.
- Guiraud, P. La semiología. Siglo XXI. México. 1997. Trad. María Teresa Poyrazian.
- Linton, R. Estudio del hombre. FCE. México. 1972. Trad. Ramón F. Rubín de la Borbolla.
- Mier, R. Radiofonías: hacia una semiótica itinerante. UAM. México. 1987.
- Primera reunión internacional de radiodifusoras universitarias, culturales y educativas. UNAM. 1981. Curiel Defosse, F. Sintonizando Radio UNAM.
Páginas Web:
1)
http://radiomex.blogspot.mx/search/label/Radio%20comunitaria
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