Por Genaro Tolosa*
¿Qué es la violencia?, ¿cómo entender su presencia en la vida social?, ¿comparte ella características con los demás fenómenos de la naturaleza? Partiremos de estos cuestionamientos para desarrollar, en este breve escrito, un esfuerzo para delinear ciertas características generales de este fenómeno. Mi objetivo principal es establecer una perspectiva naturalista para comprender las condiciones que permiten el surgimiento de la violencia como forma de interacción humana, así también, se ha de visualizar, a grandes rasgos, en qué sentido la posibilidad de ser violentos debe o no ser erradicada. Además, me permitiré analizar ciertos efectos sociales que se derivan de este fenómeno, el cual ha estado presente, al parecer, por siempre en la historia humana.
Antes de entrar en materia he de decir los motivos personales que me han hecho elegir que sea este peliagudo tema y no otro como la temática a desarrollar en este texto, es decir, ¿por qué he decidido plantear como problema filosófico la violencia? A mí parecer, no sólo es un problema práctico del ser humano lidiar con todo una serie de situaciones conflictivas en el seno de su entorno social, cuya característica principal es negar usualmente los principios básicos que permiten que la sociedad funcione como tal. Si bien puede ser mi preocupación personal y de muchas más personas, viviendo en el estado de Sinaloa y específicamente en Culiacán, la violencia provocada por el narcotráfico y otros tipos de delitos, no paran aquí las implicaciones de esta fuerza destructora y hasta en ciertos momentos creativa, a mi juicio, esto lo digo por lo que he experimentado directa e indirectamente, por lo que he vivido y leído.
La violencia social, viéndola bien, es en cierta manera un fenómeno que es parte de toda una serie de manifestaciones del cambio que se dan en toda la naturaleza. Es en base a este enfoque que entiendo a la violencia también como una de muchas acciones que se dan en la naturaleza que niegan el estado de un ser causadas por otro ser. Estamos tomando como criterio de análisis filosófico la postura del materialista dialéctico, es decir, parto de las concepciones filosóficas de Carlos Marx y Federico Engels. Veo, por lo tanto, a la violencia no sólo como un fenómeno social, sino también natural. Y es en base a mi interpretación naturalista que desarrollaré el tema de la violencia, a diferencia de los escritos de Marx y Engels, pues tales autores desarrollaron tal tema más bien en un sentido histórico y económico, sobre todo en los capítulos “Teoría de la violencia” y “Acumulación originaria” de las obras “Anti-Dühring” y “El Capital” respectivamente.
Si decidí escoger la violencia como un problema filosófico es porque la percibo no sólo como una problemática diaria que me rodea, sino también, identifico en ella una de las muchas maneras en que interactúan las cosas. También he de agregar que el cuestionamiento de nuestra situación social relacionada con la violencia, en Sinaloa y, ¿por qué no?, también viéndola igual en todo México y en el mundo, ha estado limitado, exceptuando al materialismo dialéctico, a ver comúnmente el problema de la violencia como parte de la naturaleza irremediable de las acciones humanas, que todo se deriva sólo de las lacerantes desigualdades entre las clases sociales, que es parte de un rezago educativo moral y un sinfín de enfoques que tratan de explicarla mediante causas sociales inmediatas, es decir, todo enfoque común trata de explicar estas oscuras acciones de los hombres por otras acciones de ellos mismos. Esto a mi parecer deja de lado el entender que la violencia es también parte de todos los conflictos que se dan entre las demás cosas en la realidad. Pues bien, he tomado la postura de analizar la violencia haciendo analogía con la pugna que se da entre los demás seres de la naturaleza.
¿Por qué creo que es pertinente partir desde este enfoque? Más que nada para enriquecer las perspectivas con que la violencia ha de ser analizada y sobre todo hacer un viaje cognoscitivo distinto, entender la esencia naturalista de la violencia. Sólo así podremos entender por qué siendo la sociedad una forma de organización para la supervivencia humana, aloja la violencia como una característica que la niega, pareciera ser así que se sigue el ejemplo del canibalismo, fenómeno peculiar y ocasionalmente presente en relaciones animales de la misma especie. Especies animales que se afirman y se niegan en cierta manera la existencia a sí mismas, ¡vaya contradicción!, si vemos a final de cuentas con profundidad al mundo, en todo hay características contradictorias.
Definiendo la violencia social que hemos de estudiar aquí como la interacción entre tanto individuos como grupos sociales en que se impone un dominio y beneficio preponderantemente exclusivo de unos sobre el perjuicio de otros, partiremos escudriñando el tema desde el punto de vista filosófico del materialismo dialéctico. Entenderemos a la violencia también como característica constitutiva de los fenómenos que se nos facilita entenderlos mediante las leyes de la dialéctica que contempla este enfoque filosófico. Entendamos así a la dialéctica:
“La dialéctica llamada objetiva domina toda la naturaleza, y la que se llama dialéctica subjetiva, el pensamiento dialéctico, no es sino el reflejo del movimiento a través de contradicciones que se manifiesta en toda la naturaleza, contradicciones que, en su pugna constante en lo que acaba siempre desapareciendo lo uno en lo otro que lo contradice o elevándose ambos términos a una forma superior, son precisamente las que condicionan la vida de la naturaleza” (Engels, 1986, p. 443).
Un ejemplo claro de contradicciones son las fuerzas por las cuales está sometido un arco de tiro en tensión, mientras la cuerda del arco ejerce una fuerza hacia una dirección, el arco se opone a esta fuerza en dirección contraria, fuerzas opuestas que al arrojarse la flecha han dado pie al movimiento de ésta. Al movimiento, producto de contradicciones, lo entenderemos así: “El movimiento, en el sentido más general de la palabra, concebido como una modalidad o un atributo de la materia, abarca todos y cada uno de los cambios y procesos que se operan en el universo, desde el simple desplazamiento de lugar hasta el pensamiento” (Engels, 1986, p. 95). El movimiento, tal y como lo concibe Engels en tales palabras, significa cambio o surgimiento de un fenómeno a través de otros fenómenos.
De esta manera, debemos entender que las leyes de la dialéctica, formuladas por este pensamiento filosófico, pretenden describir el porqué de los cambios patentizados en nuestras experiencias cotidianas con la naturaleza. Tales leyes, según Engels, son las siguientes: ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa; ley de la penetración de los contrarios y ley de la negación de la negación. Veámoslas sintéticamente de la siguiente manera:
“La primera significa que en la naturaleza las variaciones cualitativas sólo pueden obtenerse agregando o sacando materia o movimiento, o sea mediante variaciones cuantitativas. La segunda ley garantiza la unidad y la continuidad del cambio incesante de la naturaleza. La tercera significa que toda síntesis es a su vez la tesis de una nueva antítesis, que quedará a la cabeza de una síntesis” (Abbagnano, 1963, p. 781)
Las leyes de la dialéctica las entiende Engels como las relaciones cuantitativas y cualitativas de convergencia y divergencia entre los contrarios del objeto o proceso del que forman parte. La identidad cuantitativa y cualitativa de estas fuerzas opuestas es lo que permite que se siga manteniendo la permanencia de las características del objeto, mientras tanto, la contradicción de tales características es la que determina el cambio cuantitativo y cualitativo del fenómeno. De esta manera, aquellos fenómenos que podemos percibir como regulares, tendrán la característica de ser una unidad de contrarios, en cambio, aquellos fenómenos captados como irregulares, hay que verlos como una lucha de contrarios.
Los seres vivos están compuestos de fuerzas contrarias. Hay seres vivos que sabemos muy bien que son seres que sienten placer y dolor, respiran y exhalan, duermen y están en vigilia. Estas son algunas de sus cualidades contrarias pero inseparables. Entendidos así, tales seres vivos son una unidad de contrarios. La lucha de contrarios implica irregularidad, lo contrario a la permanencia, una tendencia al cambio. Un lápiz que se resiste al doblez provocado por nuestra mano y que en cuestión de un lapso de tiempo sabemos que se partirá en dos partes es una lucha de contrarios. Ese lápiz manifiesta en su deformación una interacción de fuerzas que lo obligan a tener esa condición, al quebrarse el cambio ha hecho presencia. Se ha dado veredicto a esa pugna entre fuerzas opuestas, la de mi mano y la de la resistencia del material del que está hecho el lápiz, ese veredicto es el cambio, resultante por una lucha de contrarios.
¿Qué sería la violencia entonces desde el enfoque del materialismo dialéctico? A mi parecer, se debe identificar la violencia como una lucha de contrarios. Veamos a un criminal que asalta con uso de fuerza a un peatón. Hay objetivos totalmente contrapuestos en ellos: asaltar y resistir el asalto. Y esta lucha tiende a provocar un cambio. El peatón terminará probablemente después de la disputa perdiendo una posesión y lesionado. En el mejor de los casos lesionará y provocará que trate de huir el asaltante. De su encuentro resultará un evento natural nuevo. Viendo a la violencia como agente de cambio y por lo tanto como una lucha de contrarios, me es necesario antes de estudiarla aún más en el ámbito social, entenderla como se da entre los demás seres vivos.
Creo que todos hemos oído eso de que el pez grande se come al chico, resumida manera de mostrar que en la naturaleza la interacción entre los seres vivos es de imponer la voluntad de sobrevivir de unos sobre otros, elemental y violenta necesidad porque bien se sabe que en la naturaleza hay seres vivos que dependen de su supervivencia en alimentarse de otras formas de vida. En general para el depredador hay que matar o morir, en cambio para el depredado hay que defenderse y vivir. Además, si bien las plantas y otros organismos vivos no requieren para su supervivencia matar flagrantemente a otras formas de vida, sí compiten por los recursos materiales requeridos para su supervivencia, por lo que en este caso, el vivir de estos seres vivos implica la imposición de sus necesidades a otros competidores. Ciertas águilas comen liebres y estás tratan de evitar tal desaguisado. Las jirafas se alimentan de cierto tipo de árboles y muchos de estos en su ecosistema presentan espinas, admirable adaptación defensiva en contra de herbívoros en acecho. Y es conocimiento popular que al plantar dos árboles muy cerca el uno del otro se imposibilita que alcancen un óptimo desarrollo ambos, pues compiten por los mismos nutrientes del suelo a su alcance. Entendamos de todo esto que la violencia es una de las más comunes maneras de cómo los organismos vivos interactúan los unos con los otros.
Si observamos bien a los animales, detenidamente, nos daremos cuenta que su manera de interactuar con su entorno requiere de toda una serie de habilidades sensoriales y aún algo también muy importante, un cerebro capaz de dirigir las acciones del cuerpo para satisfacer las necesidades de su supervivencia y reproducción. Es obvio que los animales al igual que nosotros tienen emociones o, mejor dicho, instintos, procesos cerebrales que tienen la función de que el animal realice sus habituales funciones. Estos instintos son las fuerzas que impulsan a los animales a que realicen mediante sus cuerpos las acciones violentas con las cuales sobreviven.
Si partimos de que el ser humano es un animal resultante del cambio histórico de formas de vida antiguas vinculadas con formas de vida actuales que se ha dado a través de millones de años, estando de acuerdo con la teoría de la evolución de Carlos Darwin, al igual que Engels, sería pertinente asumir que somos también animales con instintos como nuestros ancestros, y de hecho en nuestras emociones manifestamos esa necesidad histórica que hemos tenido para sobrevivir mediante acciones de imposición de nuestra voluntad sobre los intereses particulares de otros seres vivos. La violencia desde este enfoque, tal como usualmente manejamos tal término, es una acción que tiene como base instintos humanos. Es así que la más común manifestación de violencia es producto de la emoción de ira enraizada en los hombres. Veamos bien que, visto desde una perspectiva social, la violencia es una lucha de contrarios, una pugna de voluntades opuestas entre varios seres humanos que, por lo general, sobreviven apoyándose mutuamente. Ahí la mente y el instinto anteceden la acción del cuerpo que realiza el acto violento, pero donde todo este proceso es producto de toda una serie complejísima de causas naturales. Acto que juzgamos, bajo ciertas condiciones, si es bueno o malo al vivir en sociedad. Es de esta manera en que debemos discutir sobre la violencia, buena o mala, a mi parecer, todo depende de las circunstancias.
Es momento ahora de estudiar la violencia como tal ha sido planteada en los objetivos de estudio que nos hemos planteado para este escrito. Pero antes que nada tendríamos que darnos cuenta que violentos somos en cada acción que efectuamos para realizar nuestros objetivos, violentos en el sentido de imponer exclusivamente nuestra voluntad sobre la voluntad de otros seres. Al manipular los objetos cotidianos, al romper una hoja de papel, al transformar las materias primas en bienes de uso en nuestras labores económicas, al mandar al matadero y destazar una res, al cosechar, todas estas acciones son una violencia sobre el actuar determinado de la naturaleza, el humano así impone su voluntad y no le pregunta a ningún ser vivo o cosa si le permite realizar tales acciones. Ridículo sería hacerlo y tener remordimientos al respecto, la única posibilidad de imposición de nuestra voluntad que debe ponernos a pensar moralmente son las acciones que involucren afectar probablemente a otros seres conscientes, otras personas, seres humanos de los cuales dependemos en general y de manera directa o indirecta para sobrevivir.
Afirmo también que, aunque no vislumbremos un vínculo de necesidad con otras personas, tenemos que meditar bien nuestras posibles acciones; a mi juicio, en la naturaleza el hombre no puede tener enemigo peor que el hombre mismo, si los fenómenos de la naturaleza nos afectan no es porque la naturaleza tenga la necedad de eliminarnos de la faz de la tierra, sólo por el desafortunado azar para nosotros, en cambio, si un ser humano considera que somos un peligro inminente para su existencia o nivel indispensable de vida, nada por lo general nos librará de sus acciones violentas, a menos que hagamos algo al respecto para evitar sus represalias.
Para que exista la violencia se requieren de varias condiciones, de las cuales ya hemos hablado. De hecho la violencia vista como lucha de contrarios es una faceta común de nuestro percibir de la naturaleza. ¿Pero porqué los seres humanos reaccionamos conscientemente y con tanto desconcierto contra la imposición arbitraria de nuestras voluntades hacia nosotros mismos? Es muy natural ver la imposición en toda la naturaleza, podríamos decir. Pero tenemos que entender usualmente a la sociedad como una unidad de contrarios, si fuera una lucha de contrarios la sociedad sería algo en proceso de ser algo distinto y eso distinto sería un peor estado social o incluso ausencia de sociedad, según mí entender. Entendamos a la sociedad como un arco de tiro en tensión donde la cuerda y el arco se contraponen, van hacia diferentes direcciones, y sin embargo, el arco y la cuerda no se rompen, ¿por qué?, porque termina habiendo un equilibrio de fuerzas.
La sociedad, con sus miembros cooperando los unos con los otros, realizando acciones para la mutua supervivencia y nivel de vida, halla el equilibrio en una fuerza para mi fundamental, sin la cual la sociedad se derrumba y esa es la moral, aunque el equilibrio social depende también de la satisfacción de las necesidades de los miembros de la sociedad y otras razones en las que no podemos ahondar en este trabajo. A pesar de que los seres humanos conviven los unos con los otros por intereses coincidentes también hay intereses contrapuestos. Imposible por ahora e hipotética la existencia de una estúpida sociedad, sin absoluta naturaleza violenta, en que casi todos trabajaran y no recibieran el indispensable sustento para su supervivencia por el trabajo desempeñado, donde sólo unas cuantas personas dispusieran de la mayoría de lo producido para su beneficio exclusivo y personal. Sin alimento los trabajadores morirían y los tiranos terminarían muriendo igual o tendrían que demostrar que por sí mismos pueden seguir teniendo los lujos que gozaban gracias a su despotismo, ¡no es posible!
Lo que posibilita principalmente el ejercicio de la violencia son factores naturales, cómo funciona la naturaleza, factores biológicos, la manera cómo interactuamos con nosotros mismos y con otros seres tanto vivos como no vivos, con nuestras emociones e instintos, así también factores sociales. Una sociedad incapaz de satisfacer las necesidades mínimas de sus miembros es una sociedad desequilibrada y por tanto puede considerarse una sociedad en ruptura, la violencia de esta manera hace posible su espectacular presencia masiva.
¿Por qué el narcotráfico provoca tales consecuencias sociales tan desagradables?, ¿por qué se manifiesta tan violentamente? Si es una manifestación inestable, desde ciertas perspectivas sociales, entendámosla como una lucha de contrarios. Es una actividad ilegal que arroja utilidades exorbitantes, mucho dinero de por medio hay en juego, ya que sus consumidores son capaces de solventar los altísimos precios de tales productos. Veamos que este tráfico de mercancías no está sometido a regulación legal, por ende la única manera de que estos comerciantes se hagan justicia en sus transacciones es por su propia mano. Al no ser un comercio regulado por el Estado y al ser tan redituable económicamente, el hecho de que la violencia sea una de las principales características inherentes al narcotráfico no nos debe sorprender mucho.
Toda actividad humana que no está regulada por una autoridad, es ahí por lo general donde la disputa de intereses contrapuestos deriva muy comúnmente en violencia. Las naciones se hacen la guerra entre sí, actualmente bajo pena de sanciones de las naciones más poderosas, pero, las más poderosas no tienen que rendirle cuentas a nadie, veamos por ejemplo cómo sucedieron las dos primeras guerras mundiales; dos niños terminarán peleándose, por una u otra circunstancia, alejados de personas que les reprocharían y sancionarían su acto. Se ejecuta el acto violento por el provecho que de él se obtiene, si las consecuencias de nuestros actos son más desfavorecedoras que provechosas, nos inhibimos.
Las condiciones que hacen florecer a la violencia son la disimilitud de intereses entre las personas y que permiten la percepción de ser obstáculos entre sí, éstas dejan de lado principios morales, para así ejecutar sus planes, toman en cuenta que viven en sociedades desinteresadas en el bien común, en que cada individuo se preocupa generalmente sólo por sí mismo, es así que no hay quién nos reproche más el acto violento que solamente el ofendido. Lo que propicia el acto violento es el fin, un fin que se vislumbra como posible triunfo, de igual manera, los mismos instintos que nos definen no nos hacen repudiar tal acto y de hecho no se siente orgánicamente desagrado, al contrario, se llega experimentar placer, el comportamiento de los psicópatas nos dice mucho al respecto.
Veamos, por otro lado, un ejemplo hipotético de un individuo que llegó a ser incapaz de ejercer actos violentos, tal fue el personaje principal del filme de Stanley Kubrick llamado “La Naranja Mecánica”. Alex, criminal malvado y desdichado, es puesto en “libertad” y condicionado orgánicamente para sentir dolor ante cualquier deseo de realizar actos violentos, esta desgracia le es causada gracias a un programa de gobierno cuyo fin es acabar con el problema social de la violencia criminal. ¿Sería deseable ser así como Alex?, bien se puede captar con no mucha reflexión las consecuencias de vivir en una sociedad en que generalmente todos fuéramos así: seres humanos castrados, incapaces de defenderse probablemente de la naturaleza y sobre todo ante los abusos de nuestros mismos congéneres.
¿Se puede y es deseable erradicar la capacidad violenta del hombre?, ¿su capacidad de violentar el orden natural, biológico y humano es menester querer dejarla de lado? A mí parecer esta capacidad sólo debe ser regulada principalmente en el ámbito humano mediante la moral y la legalidad. El humano debe de ver en sus semejantes a seres iguales que tienen los mismos intereses fundamentales que él, intereses que van desde el derecho a la vida y a cierto nivel de vida, entendamos también lo mucho que nos necesitamos para sobrevivir. El organizarnos mejor económicamente es la clave principal para no tener contrapuestos los intereses humanos fundamentales: los relacionados con la supervivencia.
Pienso que el instinto o emoción del amor es parte de nosotros como una consecuencia del desarrollo de nuestra propia evolución como especie y es de alabar el fomento de este sentimiento entre todos nosotros, así como también hacia la naturaleza, este sentimiento propicia el equilibrio que permite a la sociedad persistir. Lo seres humanos deberían de vivir sabiendo hasta donde terminan los derechos de unos sobre los otros y viceversa. Y en cierta manera, el hombre no debe de ser también un déspota con su entorno natural, dependemos también de él, véanse los problemas ambientales que padece la humanidad en la actualidad, por lo tanto, los ecosistemas y los recursos terrestres exigen una adecuación de las actividades económicas y culturales de los hombres.
¿Cuál es el papel que ha jugado la violencia en la historia de la humanidad? No podemos negar que ha estado presente en gran medida, ayer y ahora. Platón, en su célebre escrito “La República”, veía una evolución histórica en las formas de gobierno de su región cultural. Todo ese cambio social que involucraba un dominio de ciertas clases sociales sobre las otras no dista mucho de la interpretación que hace del proceso histórico Carlos Marx en su famosa frase “la lucha de clases es el motor de la historia”, expuesta en su “Manifiesto Comunista”. No quiero llegar a conclusiones para celebrar cierto tipo de violencia, la derivada de las revoluciones, guerras independentistas y todo tipo de eventos violentos masivos que se han dado a través de la historia, sino más bien que para entender nuestro presente es preciso entender nuestro violentísimo pasado. Guerras y más guerras se han librado históricamente, por lo que seres muy pacíficos no lo hemos sido nunca. A la humanidad le ha parecido, inevitablemente, resolver la disputa de sus intereses encontrados mediante los actos violentos, ¿por qué?, por lo que se puede percibir del pasado y del presente, primero se trata de lograr un mejor nivel propio de vida que tratar de garantizar un mínimo y satisfactorio nivel de vida para los demás seres humanos, con los cuales compartimos territorios y recursos determinados.
La violencia vista como desavenencia entre diferentes fuerzas de carácter contradictorio o como lucha de contrarios, manejando los términos del materialismo dialéctico, es a mi parecer una forma como cotidianamente se manifiestan un sinfín de fenómenos naturales. Respecto a la violencia como acto humano con sus semejantes, ésta es determinante para los cambios tanto en el ámbito de dos o más personas como entre naciones, pueden ser así origen o destrucción de un orden humano. La manifestación regular de la violencia en el seno de una sociedad es a mí entender capaz de ser reducida eliminando las condiciones sociales que la sustentan, entiéndase de esto que la manera en cómo nos organizamos conjuntamente ha de garantizar los niveles de vida que nosotros mismos fomentamos ideológicamente, así también, un terrible factor en la elección del ejercicio de la violencia es la ignorancia, el tener pocas opciones mentalmente en nuestro desarrollo como individuos hace muy presente la opción violenta.
Con este escrito he pretendido argumentar que la naturaleza es violenta y siendo el hombre parte de ella, es obvio comprender nuestras inclinaciones instintivas hacia actos que en lugar de diferenciarnos del orden natural, más bien nos hacen darnos cuenta lo lejos que hemos dejado de ser lo que somos en realidad: el último de los homínidos, animales que desarrollaron la habilidad de la inteligencia como ningún otro ser vivo. Aunque hemos detentado esa extraordinaria cualidad, es evidente que, a lo largo de nuestro pasado y presente actual, hemos demostrado claramente no ser sólo unos animales inteligentes, sino también ser seres inteligentes, ¡muy animales!
Bibliografía:
§ Abbagnano, N. (1963). Diccionario de Filosofía (1992 ed.). México, DF: FCE.
- Afanasiev, V. (2000). Fundamentos de Filosofía. México, D.F.: Ediciones Quinto Sol.
- Brom, Juan (1995). Esbozo de Historia Universal. México, D.F.: Grijalbo.
- Engels, F. (1986). Obras filosóficas. México, D.F.: FCE.
- Marx, K. (2005). El Capital Tomo I, "El proceso de producción del capital" (Vol. 3). México D.F.: Siglo XXI.
- Marx, K. y Engels, F. (1998). Manifiesto Comunista. España, Barcelona: Debate Editorial.
- Platón (2009). Diálogos. México, D.F.: Editorial Porrúa.
* Ponencia presentada en el XXVIII Encuentro Nacional de Estudiantes y Pasantes de Filosofía: La filosofía en tiempos del vacio, con sede en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, del 23-28 de Mayo de 2011. Genaro Tolosa representó a la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Sinaloa en dicho evento.