jueves, 30 de junio de 2011

Más allá de la sumisión y de la simple rebeldía

Por Genaro Tolosa*

[Honorable memoria dejas aunque ya no respires Profesor Álvaro Antonio Rendón Moreno] 

Robespierre: “La inmortalidad. Nada asusta más a los sepultureros”. 

¿Por qué quejarnos tan ingenuamente? “Estamos hartos de tanta violencia”, ¿no será más bien que estamos hartos de la impotencia de nuestra violencia obscura y no aparente, vencida por la violencia cruda, desalmada de los rebeldes sociales llamados delincuentes? ¡Qué absurdo!, admitámoslo. La realidad es lucha, imposición de unas voluntades sobre otras, esto, al parecer, nunca será distinto. Me refiero a cómo funciona la naturaleza, no tanto a las sociedades, aunque siendo seres de la naturaleza, me parece muy difícil que no seamos potencialmente muy violentos algún día. ¡Me parece bien!, la potencia de ser violentos debe estar siempre en nosotros mismos, aunque el hecho tan recurrente de ser violentos con nosotros mismos hace que tengamos siempre al acecho el peor enemigo que podemos tener entre todos los seres de la naturaleza: y ese ser… es… ¡Abracadabra!... Veámonos en un espejo y sabremos muy bien quién es nuestro enemigo de enemigos. 

Nos quejamos que haya asesinos, nos quejamos pues no se atienen a cierto tipo de valorización humana de la vida. Ellos han asumido otros valores, el valor de la supervivencia que requiere la muerte inmediata del otro, y lo han hecho no sin ciertos argumentos nuestros. ¿Nos hemos preocupado por insertarlos en el promovido tejido social?, ¿basta un miserable trabajo como asalariado para satisfacer la dizque buena vida que promovemos ideológicamente? No. Hay algo digno de admirar en el delincuente, en el asesino, en el secuestrador, en el violador, en el narcotraficante, en el empresario que mata para no tener competidores, y en todo ser humano que asesina a sus semejantes. Ellos asumen sus propios valores, desechan los que no les sirven y lo hacen según el alcance de su inteligencia simiesca. ¿Matar es malo?, pregunta estúpida para ellos porque saben lo fácil que puede uno vivir siendo un parásito descarado. 

¿Qué somos nosotros “los pacíficos”? ¿No matamos? Sí, matamos, pero de manera inconsciente, aunque a veces de manera bastante consciente, estudiemos a las clases políticas y comerciantes de todo el mundo. Matamos la dignidad, matamos la ilusión por la vida, matamos el instinto, matamos la individualidad, matamos toda esperanza en esta vida gracias a los valores de la sumisión, en los valores inculcados al hombre “masa”. Nos fascina matar al hombre luchando por hacerlo un robot tiranizado por la moral que exalta el deber abstracto y no interiorizado. 

Hay hombres que no soportan el valor de la sumisión y hacen bien, se rebelan. ¡He aquí en lo que te considero estúpido, mediocre transgresor de los valores de la sumisión! Bueno, vive matando así, asume tales valores; tu problema es que los valores que le dan placer a tu cuerpo, te pueden dar una muy pronta muerte, desenlace definitivo para tus fines intrascendentes. ¿Y todo para qué? Sí, te dedicaste a ser un parásito descarado, le diste gustos, más que nada, a tus instintos más simples, penetraste como autómata cuantas vaginas dispusieron de tu finito tiempo, la bebida no existía para ti sino tú para la misma, te “inmortalizaron” en un corrido barato y digno para el olvido, digno para el basurero de la historia. ¿Te consuela algo ser recordado sólo por los tuyos? Con qué miserias te conformas. En pocas palabras, le diste sentido a tu vida gracias sólo a tu bendito y vulgar hedonismo, ese es el Dios obscuro del que eres un esclavo inconsciente,
pendejo y de pilón en apariencia alegre. Eres meta del impulso inmediato y tu meta nunca es el goce más humano. ¿Qué tan diferente eres de las bestias? Polvo intrascendente eres y serás. 

Te pregunto, ¿siempre te sientes feliz, aún la idea de morir te hace feliz?, ¿puede el auténtico hombre ser absolutamente feliz sin sentirse feliz por vivir y por morir?, ¿se puede ser totalmente feliz sin ver que con la muerte debe de haber una forzosa amistad? Te concederé a lo mucho que sí le perdiste algo de miedo a la muerte, pero aún así, ¡qué lástima!, ser feliz para ti es tu sentir y morir es ya no sentir, eso quiere decir que tu felicidad tiene principio y un patético fin, pues placentero no lo es, a menos que creas en la vida hedonista después de la muerte, no dudo que tu estupidez llegué hasta creer en esas niñerías. 

¡Pobre imbécil!, ¡qué absurda es tu vida! Estás a la deriva de las fuerzas que hacen de ti un títere conformista. ¡Tu muerte es lo único que tiene sentido para los demás! ¡Qué lamentable!, inutilizas tu más gratificador talento, limitas tu voluntad, tu poder, todo tu potencial infinito lo limitas al placer simplón, no destruyes valores del ahora para forjar los valores del mañana; eres instrumento de un fenómeno natural llamado violencia, estratégico instrumento del revolucionario. Al revolucionario no le basta el placer individual, los proyectos individuales y finitos porque estos no trascienden su muerte. El revolucionario es el más ambicioso de los ambiciosos, tiene un hambre muy distinta a tu mediocre hambre. El vivir gracias a un reto tras otro para ser más de lo que es, inmortalizando así su voluntad, y no estar encadenado nomás al vivir burdo, tan insuficiente, eso es lo que desea con todo su ahínco el revolucionario. Sí, hay que sacar provecho de los instintos más básicos para ser feliz, pero no atándonos a ellos para impedirnos ser aún más felices. ¡Lograr todo lo que podemos lograr, qué insuperable vivir! 

*Estudiante de la licenciatura en filosofía en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

domingo, 26 de junio de 2011

Democracia y movimientos sociales



En la historia reciente hemos sido espectadores o partícipes del surgimiento de diversos movimientos sociales. Por dar sólo unos cuantos ejemplos, tenemos de frente los que han brotado en el norte de África, en España y en México. Todos estos, están inspirados en su fondo por la necesidad, y la exigencia, de un cambio en la planeación de la economía por parte de los gobiernos de estos pueblos. En la superficie, parecen responder a ciertas demandas muy concretas: el fin de las dictaduras, en el caso de los países árabes del norte de África; la modificación del modelo económico a uno que signifique un verdadero bienestar social, en el caso de España; o bien, en el caso mexicano, la exigencia de poner término a una política de seguridad pública que ha provocado en realidad un aumento de la criminalidad.

Muchos de los medios de comunicación que nos han transmitido estas noticias hacen mención de la palabra “democracia” al referirse a estos movimientos sociales. Se presupone que estos movimientos son expresión de la democracia. Pero, ¿es realmente así? ¿Cuál es el sentido que tiene o que debe tener esta palabra tan citada? Y planteo esta disyuntiva entre “tener” o “deber tener” porque el sentido que se le da a este término es muchas veces equívoco. Por ejemplo, si atendemos al uso que los medios de comunicación han hecho de él, hemos de entender que la “democracia” no es otra cosa que la manifestación viva de la voluntad popular, aunque ello implique que se enfrente directamente a las instituciones oficiales del Estado. Pero, por otro lado, también se entiende a la democracia como la vida institucional de una nación en donde se expresa esa misma voluntad popular, donde se gobierna para el bien común. Otra acepción más, muy reduccionista, por cierto, es la que afirma que la democracia consiste en la mera expresión de la voluntad popular a través del voto.

En estas tres distintas versiones del concepto de democracia subyace, sin embargo, el mismo fin, que es la voluntad popular. Las diferencias entre ellas dependen del modo en que se pretende en cada una la realización de la democracia, es decir, la realización de la voluntad del pueblo. Pueden verse también como la definición de diversos momentos del ejercicio democrático de una nación, es decir, partes de un todo más complejo, correspondiente al verdadero concepto de la democracia.

Así, pues, los movimientos sociales, según esta conceptualización de la democracia como ejercicio de la voluntad popular, son expresión de la democracia en cuanto al fin, al igual que las otras dos acepciones, pero en cuanto a la consideración de los medios no nos es posible afirmar nada por lo pronto, puesto que no hemos agregado a nuestro concepto de democracia ninguna nota referente a los medios por los cuales ha de realizarse el fin. En general, ¿qué características han de tener los medios para la realización del fin democrático? Para dar una respuesta concreta a esta cuestión habría que analizar exhaustivamente todos los medios posibles y, de ahí, sintetizar el carácter general de los medios útiles para realizar la voluntad popular. Esto resultaría demasiado complejo; sin embargo, también podemos dar una respuesta formal a la misma cuestión, que es la siguiente: los medios no pueden valer más que los fines, no pueden estar por encima del fin. Esto, al menos nos puede proporcionar un criterio de valoración de los medios, pues los que obstaculicen más la realización del fin serán los menos pertinentes y los últimos en ser elegidos. Serán los menos democráticos.

En el caso de México existe otro movimiento al ya mencionado que implica estos tres momentos, y donde se puede observar cómo se transita de uno al otro. (Me refiero al movimiento que encabeza López Obrador.) Antes de las elecciones de 2006, el pueblo de México estaba ya muy inconforme con la situación económica del país y, en general, con sus instituciones, incapaces de dar bienestar a la gente. Y esta inconformidad fue expresada en las urnas. Lo cual fue un ejercicio de verdadera democracia por parte del pueblo, puesto que si las instituciones (el gobierno) no responden a las necesidades de la gente, entonces deben cambiarse por la vía electoral. Y si esta expresión de la voluntad popular no se respeta, como así parece haber sucedido, pues no queda más salida que la vía de la protesta organizada, con objetivos concretos de transformación de las instituciones; y esta es la forma más genuina de democracia: donde las acciones del gobierno tienen directamente su origen en las necesidades o exigencias de la gente.

Si el pueblo mexicano, ante el panorama de instituciones que no le sirven, y que más bien sirven de negocio para unos cuantos, si ante esta situación se conforma con ella, no puede llamarse democrático. El respeto a estas instituciones, el respeto a cierta sanción electoral aunque se presuma fraudulenta, no pueden estar por encima del autorrespeto que se debe a sí mismo el pueblo, puesto que sólo en él reside la soberanía. Las instituciones son sólo los medios, el fin es el bien común. Sólo afirmándose a sí mismo es democrático un pueblo.

Y si en un país hipotético, el pueblo en su generalidad estuviese de acuerdo en que su presidente los gobernara en forma vitalicia (como lo hace un papa), ¿hemos de afirmar que por ello es antidemocrático, aplicando nuestros modelos de cultura a quienes no tienen por qué seguirlos? La democracia no tiene necesariamente que ver con la duración del gobierno, sino necesariamente con gobernar para todos. Si un rey gobierna bien para todos, entonces es un rey democrático. En este caso hipotético, si hubiese un grupo minoritario que por ambiciones sectarias quisiese derrocar al presidente vitalicio, tal grupo sería en realidad el único antidemocrático.

Las apariencias engañan muy comúnmente. No todos los movimientos sociales son expresión de una voluntad popular, así como a veces la simple adhesión a la vida institucional establecida es una acción más democrática que manifestarse contra ella. Todo depende de la situación, que debe ser analizada en su concreción, pero bajo los criterios ya descritos, que son el cumplimiento del bien común y la elección de los medios más pertinentes para la consecución de este fin.



viernes, 17 de junio de 2011

Violencia: una interpretación desde el materialismo dialéctico


Por  Genaro Tolosa*

¿Qué es la violencia?, ¿cómo entender su presencia en la vida social?, ¿comparte ella características con los demás fenómenos de la naturaleza? Partiremos de estos cuestionamientos para desarrollar, en este breve escrito, un esfuerzo para delinear ciertas características generales de este fenómeno. Mi objetivo principal es establecer una perspectiva naturalista para comprender las condiciones que permiten el surgimiento de la violencia como forma de interacción humana, así también, se ha de visualizar, a grandes rasgos, en qué sentido la posibilidad de ser violentos debe o no ser erradicada. Además, me permitiré analizar ciertos efectos sociales que se derivan de este fenómeno, el cual ha estado presente, al parecer, por siempre en la historia humana.  

Antes de entrar en materia he de decir los motivos personales que me han hecho elegir que sea este peliagudo tema y no otro como la temática a desarrollar en este texto, es decir, ¿por qué he decidido plantear como problema filosófico la violencia? A mí parecer, no sólo es un problema práctico del ser humano lidiar con todo una serie de situaciones conflictivas en el seno de su entorno social, cuya característica principal es negar usualmente los principios básicos que permiten que la sociedad funcione como tal. Si bien puede ser mi preocupación personal y de muchas más personas, viviendo en el estado de Sinaloa y específicamente en Culiacán, la violencia provocada por el narcotráfico y otros tipos de delitos, no paran aquí las implicaciones de esta fuerza destructora y hasta en ciertos momentos creativa, a mi juicio, esto lo digo por lo que he experimentado directa e indirectamente, por lo que he vivido y leído. 

La violencia social, viéndola bien, es en cierta manera un fenómeno que es parte de toda una serie de manifestaciones del cambio que se dan en toda la naturaleza. Es en base a este enfoque que entiendo a la violencia también como una de muchas acciones que se dan en la naturaleza que niegan el estado de un ser causadas por otro ser. Estamos tomando como criterio de análisis filosófico la postura del materialista dialéctico, es decir, parto de las concepciones filosóficas de Carlos Marx y Federico Engels. Veo, por lo tanto, a la violencia no sólo como un fenómeno social, sino también natural. Y es en base a mi interpretación naturalista que desarrollaré el tema de la violencia, a diferencia de los escritos de Marx y Engels, pues tales autores desarrollaron tal tema más bien en un sentido histórico y económico, sobre todo en los capítulos “Teoría de la violencia” y “Acumulación originaria” de las obras “Anti-Dühring” y “El Capital” respectivamente.

Si decidí escoger la violencia como un problema filosófico es porque la percibo no sólo como una problemática diaria que me rodea, sino también, identifico en ella una de las muchas maneras en que interactúan las cosas. También he de agregar que el cuestionamiento de nuestra situación social relacionada con la violencia, en Sinaloa y, ¿por qué no?, también viéndola igual en todo México y en el mundo, ha estado limitado, exceptuando al materialismo dialéctico, a ver comúnmente el problema de la violencia como parte de la naturaleza irremediable de las acciones humanas, que todo se deriva sólo de las lacerantes desigualdades entre las clases sociales, que es parte de un rezago educativo moral y un sinfín de enfoques que tratan de explicarla mediante causas sociales inmediatas, es decir, todo enfoque común trata de explicar estas oscuras acciones de los hombres por otras acciones de ellos mismos. Esto a mi parecer deja de lado el entender que la violencia es también parte de todos los conflictos que se dan entre las demás cosas en la realidad. Pues bien, he tomado la postura de analizar la violencia haciendo analogía con la pugna que se da entre los demás seres de la naturaleza. 

¿Por qué creo que es pertinente partir desde este enfoque? Más que nada para enriquecer las perspectivas con que la violencia ha de ser analizada y sobre todo hacer un viaje cognoscitivo distinto, entender la esencia naturalista de la violencia. Sólo así podremos entender por qué siendo la sociedad una forma de organización para la supervivencia humana, aloja la violencia como una característica que la niega, pareciera ser así que se sigue el ejemplo del canibalismo, fenómeno peculiar y ocasionalmente presente en relaciones animales de la misma especie. Especies animales que se afirman y se niegan en cierta manera la existencia a sí mismas, ¡vaya contradicción!, si vemos a final de cuentas con profundidad al mundo, en todo hay características contradictorias.

Definiendo la violencia social que hemos de estudiar aquí como la interacción entre tanto individuos como grupos sociales en que se impone un dominio y beneficio preponderantemente exclusivo de unos sobre el perjuicio de otros, partiremos escudriñando el tema desde el punto de vista filosófico del materialismo dialéctico. Entenderemos a la violencia también como característica constitutiva de los fenómenos que se nos facilita entenderlos mediante las leyes de la dialéctica que contempla este enfoque filosófico. Entendamos así a la dialéctica: 

“La dialéctica llamada objetiva domina toda la naturaleza, y la que se llama dialéctica subjetiva, el pensamiento dialéctico, no es sino el reflejo del movimiento a través de contradicciones que se manifiesta en toda la naturaleza, contradicciones que, en su pugna constante en lo que acaba siempre desapareciendo lo uno en lo otro que lo contradice o elevándose ambos términos a una forma superior, son precisamente las que condicionan la vida de la naturaleza” (Engels, 1986, p. 443). 

Un ejemplo claro de contradicciones son las fuerzas por las cuales está sometido un arco de tiro en tensión, mientras la cuerda del arco ejerce una fuerza hacia una dirección, el arco se opone a esta fuerza en dirección contraria, fuerzas opuestas que al arrojarse la flecha han dado pie al movimiento de ésta. Al movimiento, producto de contradicciones, lo entenderemos así: “El movimiento, en el sentido más general de la palabra, concebido como una modalidad o un atributo de la materia, abarca todos y cada uno de los cambios y procesos que se operan en el universo, desde el simple desplazamiento de lugar hasta el pensamiento” (Engels, 1986, p. 95). El movimiento, tal y como lo concibe Engels en tales palabras, significa cambio o surgimiento de un fenómeno a través de otros fenómenos.

De esta manera, debemos entender que las leyes de la dialéctica, formuladas por este pensamiento filosófico, pretenden describir el porqué de los cambios patentizados en nuestras experiencias cotidianas con la naturaleza. Tales leyes, según Engels, son las siguientes: ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa; ley de la penetración de los contrarios y ley de la negación de la negación. Veámoslas sintéticamente de la siguiente manera: 

“La primera significa que en la naturaleza las variaciones cualitativas sólo pueden obtenerse agregando o sacando materia o movimiento, o sea mediante variaciones cuantitativas. La segunda ley garantiza la unidad y la continuidad del cambio incesante de la naturaleza. La tercera significa que toda síntesis es a su vez la tesis de una nueva antítesis, que quedará a la cabeza de una síntesis” (Abbagnano, 1963, p. 781)

Las leyes de la dialéctica las entiende Engels como las relaciones cuantitativas y cualitativas de convergencia y divergencia entre los contrarios del objeto o proceso del que forman parte. La identidad cuantitativa y cualitativa de estas fuerzas opuestas es lo que permite que se siga manteniendo la permanencia de las características del objeto, mientras tanto, la contradicción de tales características es la que determina el cambio cuantitativo y cualitativo del fenómeno. De esta manera, aquellos fenómenos que podemos percibir como regulares, tendrán la característica de ser una unidad de contrarios, en cambio, aquellos fenómenos captados como irregulares, hay que verlos como una lucha de contrarios. 

Los seres vivos están compuestos de fuerzas contrarias. Hay seres vivos que sabemos muy bien que son seres que sienten placer y dolor, respiran y exhalan, duermen y están en vigilia. Estas son algunas de sus cualidades contrarias pero inseparables. Entendidos así, tales seres vivos son una unidad de contrarios. La lucha de contrarios implica irregularidad, lo contrario a la permanencia, una tendencia al cambio. Un lápiz que se resiste al doblez provocado por nuestra mano y que en cuestión de un lapso de tiempo sabemos que se partirá en dos partes es una lucha de contrarios. Ese lápiz manifiesta en su deformación una interacción de fuerzas que lo obligan a tener esa condición, al quebrarse el cambio ha hecho presencia. Se ha dado veredicto a esa pugna entre fuerzas opuestas, la de mi mano y la de la resistencia del material del que está hecho el lápiz, ese veredicto es el cambio, resultante por una lucha de contrarios.

¿Qué sería la violencia entonces desde el enfoque del materialismo dialéctico? A mi parecer, se debe identificar la violencia como una lucha de contrarios. Veamos a un criminal que asalta con uso de fuerza a un peatón. Hay objetivos totalmente contrapuestos en ellos: asaltar y resistir el asalto. Y esta lucha tiende a provocar un cambio. El peatón terminará probablemente después de la disputa perdiendo una posesión y lesionado. En el mejor de los casos lesionará y provocará que trate de huir el asaltante. De su encuentro resultará un evento natural nuevo. Viendo a la violencia como agente de cambio y por lo tanto como una lucha de contrarios, me es necesario antes de estudiarla aún más en el ámbito social, entenderla como se da entre los demás seres vivos.

Creo que todos hemos oído eso de que el pez grande se come al chico, resumida manera de mostrar que en la naturaleza la interacción entre los seres vivos es de imponer la voluntad de sobrevivir de unos sobre otros, elemental y violenta necesidad porque bien se sabe que en la naturaleza hay seres vivos que dependen de su supervivencia en alimentarse de otras formas de vida. En general para el depredador hay que matar o morir, en cambio para el depredado hay que defenderse y vivir. Además, si bien las plantas y otros organismos vivos no requieren para su supervivencia matar flagrantemente a otras formas de vida, sí compiten por los recursos materiales requeridos para su supervivencia, por lo que en este caso, el vivir de estos seres vivos implica la imposición de sus necesidades a otros competidores. Ciertas águilas comen liebres y estás tratan de evitar tal desaguisado. Las jirafas se alimentan de cierto tipo de árboles y muchos de estos en su ecosistema presentan espinas, admirable adaptación defensiva en contra de herbívoros en acecho. Y es conocimiento popular que al plantar dos árboles muy cerca el uno del otro se imposibilita que alcancen un óptimo desarrollo ambos, pues compiten por los mismos nutrientes del suelo a su alcance. Entendamos de todo esto que la violencia es una de las más comunes maneras de cómo los organismos vivos interactúan los unos con los otros.

Si observamos bien a los animales, detenidamente, nos daremos cuenta que su manera de interactuar con su entorno requiere de toda una serie de habilidades sensoriales y aún algo también muy importante, un cerebro capaz de dirigir las acciones del cuerpo para satisfacer las necesidades de su supervivencia y reproducción. Es obvio que los animales al igual que nosotros tienen emociones o, mejor dicho, instintos, procesos cerebrales que tienen la función de que el animal realice sus habituales funciones. Estos instintos son las fuerzas que impulsan a los animales a que realicen mediante sus cuerpos las acciones violentas con las cuales sobreviven.

Si partimos de que el ser humano es un animal resultante del cambio histórico de formas de vida antiguas vinculadas con formas de vida actuales que se ha dado a través de millones de años, estando de acuerdo con la teoría de la evolución de Carlos Darwin, al igual que Engels, sería pertinente asumir que somos también animales con instintos como nuestros ancestros, y de hecho en nuestras emociones manifestamos esa necesidad histórica que hemos tenido para sobrevivir mediante acciones de imposición de nuestra voluntad sobre los intereses particulares de otros seres vivos. La violencia desde este enfoque, tal como usualmente manejamos tal término, es una acción que tiene como base instintos humanos. Es así que la más común manifestación de violencia es producto de la emoción de ira enraizada en los hombres. Veamos bien que, visto desde una perspectiva social, la violencia es una lucha de contrarios, una pugna de voluntades opuestas entre varios seres humanos que, por lo general, sobreviven apoyándose mutuamente. Ahí la mente y el instinto anteceden la acción del cuerpo que realiza el acto violento, pero donde todo este proceso es producto de toda una serie complejísima de causas naturales. Acto que juzgamos, bajo ciertas condiciones, si es bueno o malo al vivir en sociedad. Es de esta manera en que debemos discutir sobre la violencia, buena o mala, a mi parecer, todo depende de las circunstancias.

Es momento ahora de estudiar la violencia como tal ha sido planteada en los objetivos de estudio que nos hemos planteado para este escrito. Pero antes que nada tendríamos que darnos cuenta que violentos somos en cada acción que efectuamos para realizar nuestros objetivos, violentos en el sentido de imponer exclusivamente nuestra voluntad sobre la voluntad de otros seres. Al manipular los objetos cotidianos, al romper una hoja de papel, al transformar las materias primas en bienes de uso en nuestras labores económicas, al mandar al matadero y destazar una res, al cosechar, todas estas acciones son una violencia sobre el actuar determinado de la naturaleza, el humano así impone su voluntad y no le pregunta a ningún ser vivo o cosa si le permite realizar tales acciones. Ridículo sería hacerlo y tener remordimientos al respecto, la única posibilidad de imposición de nuestra voluntad que debe ponernos a pensar moralmente son las acciones que involucren afectar probablemente a otros seres conscientes, otras personas, seres humanos de los cuales dependemos en general y de manera directa o indirecta para sobrevivir. 

Afirmo también que, aunque no vislumbremos un vínculo de necesidad con otras personas, tenemos que meditar bien nuestras posibles acciones; a mi juicio, en la naturaleza el hombre no puede tener enemigo peor que el hombre mismo, si los fenómenos de la naturaleza nos afectan no es porque la naturaleza tenga la necedad de eliminarnos de la faz de la tierra, sólo por el desafortunado azar para nosotros, en cambio, si un ser humano considera que somos un peligro inminente para su existencia o nivel indispensable de vida, nada por lo general nos librará de sus acciones violentas, a menos que hagamos algo al respecto para evitar sus represalias.

Para que exista la violencia se requieren de varias condiciones, de las cuales ya hemos hablado. De hecho la violencia vista como lucha de contrarios es una faceta común de nuestro percibir de la naturaleza. ¿Pero porqué los seres humanos reaccionamos conscientemente y con tanto desconcierto contra la imposición arbitraria de nuestras voluntades hacia nosotros mismos? Es muy natural ver la imposición en toda la naturaleza, podríamos decir. Pero tenemos que entender usualmente a la sociedad como una unidad de contrarios, si fuera una lucha de contrarios la sociedad sería algo en proceso de ser algo distinto y eso distinto sería un peor estado social o incluso ausencia de sociedad, según mí entender. Entendamos a la sociedad como un arco de tiro en tensión donde la cuerda y el arco se contraponen, van hacia diferentes direcciones, y sin embargo, el arco y la cuerda no se rompen, ¿por qué?, porque termina habiendo un equilibrio de fuerzas. 

La sociedad, con sus miembros cooperando los unos con los otros, realizando acciones para la mutua supervivencia y nivel de vida, halla el equilibrio en una fuerza para mi fundamental, sin la cual la sociedad se derrumba y esa es la moral, aunque el equilibrio social depende también de la satisfacción de las necesidades de los miembros de la sociedad y otras razones en las que no podemos ahondar en este trabajo. A pesar de que los seres humanos conviven los unos con los otros por intereses coincidentes también hay intereses contrapuestos. Imposible por ahora e hipotética la existencia de una estúpida sociedad, sin absoluta naturaleza violenta, en que casi todos trabajaran y no recibieran el indispensable sustento para su supervivencia por el trabajo desempeñado, donde sólo unas cuantas personas dispusieran de la mayoría de lo producido para su beneficio exclusivo y personal. Sin alimento los trabajadores morirían y los tiranos terminarían muriendo igual o tendrían que demostrar que por sí mismos pueden seguir teniendo los lujos que gozaban gracias a su despotismo, ¡no es posible!

Lo que posibilita principalmente el ejercicio de la violencia son factores naturales, cómo funciona la naturaleza, factores biológicos, la manera cómo interactuamos con nosotros mismos y con otros seres tanto vivos como no vivos, con nuestras emociones e instintos, así también factores sociales. Una sociedad incapaz de satisfacer las necesidades mínimas de sus miembros es una sociedad desequilibrada y por tanto puede considerarse una sociedad en ruptura, la violencia de esta manera hace posible su espectacular presencia masiva.

¿Por qué el narcotráfico provoca tales consecuencias sociales tan desagradables?, ¿por qué se manifiesta tan violentamente? Si es una manifestación inestable, desde ciertas perspectivas sociales, entendámosla como una lucha de contrarios. Es una actividad ilegal que arroja utilidades exorbitantes, mucho dinero de por medio hay en juego, ya que sus consumidores son capaces de solventar los altísimos precios de tales productos. Veamos que este tráfico de mercancías no está sometido a regulación legal, por ende la única manera de que estos comerciantes se hagan justicia en sus transacciones es por su propia mano. Al no ser un comercio regulado por el Estado y al ser tan redituable económicamente, el hecho de que la violencia sea una de las principales características inherentes al narcotráfico no nos debe sorprender mucho. 

Toda actividad humana que no está regulada por una autoridad, es ahí por lo general donde la disputa de intereses contrapuestos deriva muy comúnmente en violencia. Las naciones se hacen la guerra entre sí, actualmente bajo pena de sanciones de las naciones más poderosas, pero, las más poderosas no tienen que rendirle cuentas a nadie, veamos por ejemplo cómo sucedieron las dos primeras guerras mundiales; dos niños terminarán peleándose, por una u otra circunstancia, alejados de personas que les reprocharían y sancionarían su acto. Se ejecuta el acto violento por el provecho que de él se obtiene, si las consecuencias de nuestros actos son más desfavorecedoras que provechosas, nos inhibimos.

 Las condiciones que hacen florecer a la violencia son la disimilitud de intereses entre las personas y que permiten la percepción de ser obstáculos entre sí, éstas dejan de lado principios morales, para así ejecutar sus planes, toman en cuenta que viven en sociedades desinteresadas en el bien común, en que cada individuo se preocupa generalmente sólo por sí mismo, es así que no hay quién nos reproche más el acto violento que solamente el ofendido. Lo que propicia el acto violento es el fin, un fin que se vislumbra como posible triunfo, de igual manera, los mismos instintos que nos definen no nos hacen repudiar tal acto y de hecho no se siente orgánicamente desagrado, al contrario, se llega experimentar placer, el comportamiento de los psicópatas nos dice mucho al respecto. 

Veamos, por otro lado, un ejemplo hipotético de un individuo que llegó a ser incapaz de ejercer actos violentos, tal fue el personaje principal del filme de Stanley Kubrick llamado “La Naranja Mecánica”. Alex, criminal malvado y desdichado, es puesto en “libertad” y condicionado orgánicamente para sentir dolor ante cualquier deseo de realizar actos violentos, esta desgracia le es causada gracias a un programa de gobierno cuyo fin es acabar con el problema social de la violencia criminal. ¿Sería deseable ser así como Alex?, bien se puede captar con no mucha reflexión las consecuencias de vivir en una sociedad en que generalmente todos fuéramos así: seres humanos castrados, incapaces de defenderse probablemente de la naturaleza y sobre todo ante los abusos de nuestros mismos congéneres.

¿Se puede y es deseable erradicar la capacidad violenta del hombre?, ¿su capacidad de violentar el orden natural, biológico y humano es menester querer dejarla de lado? A mí parecer esta capacidad sólo debe ser regulada principalmente en el ámbito humano mediante la moral y la legalidad. El humano debe de ver en sus semejantes a seres iguales que tienen los mismos intereses fundamentales que él, intereses que van desde el derecho a la vida y a cierto nivel de vida, entendamos también lo mucho que nos necesitamos para sobrevivir. El organizarnos mejor económicamente es la clave principal para no tener contrapuestos los intereses humanos fundamentales: los relacionados con la supervivencia. 

Pienso que el instinto o emoción del amor es parte de nosotros como una consecuencia del desarrollo de nuestra propia evolución como especie y es de alabar el fomento de este sentimiento entre todos nosotros, así como también hacia la naturaleza, este sentimiento propicia el equilibrio que permite a la sociedad persistir. Lo seres humanos deberían de vivir sabiendo hasta donde terminan los derechos de unos sobre los otros y viceversa. Y en cierta manera, el hombre no debe de ser también un déspota con su entorno natural, dependemos también de él, véanse los problemas ambientales que padece la humanidad en la actualidad, por lo tanto, los ecosistemas y los recursos terrestres exigen una adecuación de las actividades económicas y culturales de los hombres.

¿Cuál es el papel que ha jugado la violencia en la historia de la humanidad? No podemos negar que ha estado presente en gran medida, ayer y ahora. Platón, en su célebre escrito “La República”, veía una evolución histórica en las formas de gobierno de su región cultural. Todo ese cambio social que involucraba un dominio de ciertas clases sociales sobre las otras no dista mucho de la interpretación que hace del proceso histórico Carlos Marx en su famosa frase “la lucha de clases es el motor de la historia”, expuesta en su “Manifiesto Comunista”. No quiero llegar a conclusiones para celebrar cierto tipo de violencia, la derivada de las revoluciones, guerras independentistas y todo tipo de eventos violentos masivos que se han dado a través de la historia, sino más bien que para entender nuestro presente es preciso entender nuestro violentísimo pasado. Guerras y más guerras se han librado históricamente, por lo que seres muy pacíficos no lo hemos sido nunca. A la humanidad le ha parecido, inevitablemente, resolver la disputa de sus intereses encontrados mediante los actos violentos, ¿por qué?, por lo que se puede percibir del pasado y del presente, primero se trata de lograr un mejor nivel propio de vida que tratar de garantizar un mínimo y satisfactorio nivel de vida para los demás seres humanos, con los cuales compartimos territorios y recursos determinados.

La violencia vista como desavenencia entre diferentes fuerzas de carácter contradictorio o como lucha de contrarios, manejando los términos del materialismo dialéctico, es a mi parecer una forma como cotidianamente se manifiestan un sinfín de fenómenos naturales. Respecto a la violencia como acto humano con sus semejantes, ésta es determinante para los cambios tanto en el ámbito de dos o más personas como entre naciones, pueden ser así origen o destrucción de un orden humano. La manifestación regular de la violencia en el seno de una sociedad es a mí entender capaz de ser reducida eliminando las condiciones sociales que la sustentan, entiéndase de esto que la manera en cómo nos organizamos conjuntamente ha de garantizar los niveles de vida que nosotros mismos fomentamos ideológicamente, así también, un terrible factor en la elección del ejercicio de la violencia es la ignorancia, el tener pocas opciones mentalmente en nuestro desarrollo como individuos hace muy presente la opción violenta. 

Con este escrito he pretendido argumentar que la naturaleza es violenta y siendo el hombre parte de ella, es obvio comprender nuestras inclinaciones instintivas hacia actos que en lugar de diferenciarnos del orden natural, más bien nos hacen darnos cuenta lo lejos que hemos dejado de ser lo que somos en realidad: el último de los homínidos, animales que desarrollaron la habilidad de la inteligencia como ningún otro ser vivo. Aunque hemos detentado esa extraordinaria cualidad, es evidente que, a lo largo de nuestro pasado y presente actual, hemos demostrado claramente no ser sólo unos animales inteligentes, sino también ser seres inteligentes, ¡muy animales!   


Bibliografía:
§  Abbagnano, N. (1963). Diccionario de Filosofía (1992 ed.). México, DF: FCE.
  • Afanasiev, V. (2000). Fundamentos de Filosofía. México, D.F.: Ediciones Quinto Sol.
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  • Marx, K. (2005). El Capital Tomo I, "El proceso de producción del capital" (Vol. 3). México D.F.: Siglo XXI.
  • Marx, K. y Engels, F. (1998). Manifiesto Comunista. España, Barcelona: Debate Editorial.
  • Platón (2009). Diálogos. México, D.F.: Editorial Porrúa.

* Ponencia presentada en el XXVIII Encuentro Nacional de Estudiantes y Pasantes de Filosofía: La filosofía en tiempos del vacio, con sede en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, del 23-28 de Mayo de 2011. Genaro Tolosa representó a la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Sinaloa en dicho evento.



sábado, 11 de junio de 2011

Fin de guerra antinarco, exigen ciudadanos en el primer pacto nacional

Periódico La Jornada. 11/06/2011 
Alonso Urrutia, enviado y Rubén Villalpando, corrreponsal
 
Ciudad Juárez, Chih. Las diversas organizaciones que conformaron la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad y grupos de esta urbe fronteriza firmaron la noche del viernes lo que llamaron el Pacto Nacional con Justicia y Dignidad. En su punto medular –aplaudido durante el acto público– se planteó el fin inmediato de la estrategia de guerra y la desmilitarización de las funciones policiacas, así como el regreso de los soldados a sus cuarteles.

Asimismo, demandan cancelar la Iniciativa Mérida y otros proyectos de cooperación de políticas castrenses. Paralelamente, como parte de las estrategias a seguir se planteó impulsar el juicio político a Felipe Calderón, Genaro García Luna y Javier Lozano.

Tras intensos jaloneos y discusiones sobre concepciones diferentes de los alcances de las acciones del movimiento, finalmente se firmó un acuerdo que incluyó nuevos temas, como la defensa de los derechos indígenas, la organicidad del movimiento y la reforma laboral.

Como parte de las acciones para consolidar el movimiento, se planteó la realización de una nueva caravana al sur del país para visibilizar la condición de violencia, pobreza y falta de desarrollo que prevalece en esa región nacional, si bien no se fijó la fecha para efectuarla.

Hacia las 22 horas del viernes, finalmente firmaron el pacto, entre otros, el obispo de Saltillo, Raúl Vera; el poeta Javier Sicilia; el padre Miguel Concha; Gonzalo Ituarte, ex vicario de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas; Oscar Enríquez, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, y algunas de las víctimas. Se acordó difundir el acuerdo –para luego realizar una consulta nacional–, que incluye también la exigencia de una nueva política social para los jóvenes que les amplíe sus expectativas, los derechos indígenas y el reclamo de avances en la democracia participativa para favorecer la realización de plebiscitos, referendos y consultas populares, así como incorporar a la ley la revocación de mandato.

Pese a que hacia el final la firma del pacto tuvo lugar en el parque donde se encuentra el monumento a Benito Juárez, se conoció que hubo un segundo documento que no se hizo público, que incluía todos los temas en que hubo disensos en las mesas de trabajo. Las diferencias entre las organizaciones que signaron el documento sólo pudo resolverse mediante un esquema que considera postergar la discusión de temas relacionados con la estrategia para su aplicación, y que habría sido colocado en otro documento de pendientes de discusión.

Sin embargo, los debates –en mesas privadas– para consensuar la aplicación del plan de acción reflejaron diferencias conceptuales respecto de dos temas medulares: los términos de la desmilitarización (salida inmediata del Ejército o mediante un proceso gradual) y los términos de la relación del movimiento con Felipe Calderón.

Inútil discutir con quienes provocan la violencia
En el primer caso, para algunas organizaciones de Ciudad Juárez y la Comisión Metropolitana contra la Militarización y la Violencia es inútil dialogar con los responsables de haber desatado la violencia y, en su caso, aceptar este diálogo estaría condicionado al retiro previo y total del Ejército. De lo contrario, sólo sería legitimar la estrategia militar calderonista.

Desde otra perspectiva, el retiro de tropas debe ser paulatino, porque es riesgoso el repliegue total cuando no hay capacidad de las corporaciones policiacas para asumir en lo inmediato la lucha contra el crimen organizado, pero en todo caso la determinación de empezar ya el repliegue militar y el cambio de estrategia debe asumirse como compromiso gubernamental en el corto plazo.

El punto medular de la división fue el diálogo con Calderón, que en momentos puso al borde de la ruptura el movimiento. En principio, se intensificó la discusión, hasta que en parte se logró modificar los términos de la relación con el gobierno federal para poder subsanar las diferencias, y se acordó incluir en el documento final no sólo los consensos, como originalmente se planteó, sino también los disensos.

Acciones para aplicarlo
Por ejemplo en la mesa de trabajo denomina Raíz económica del crimen organizado se planteó, como acciones de resistencia civil, la clausura simbólica del Banco de México y sucursales bancarias, en protesta por el lavado de dinero.

En cuanto a las acciones a realizar, proponen que se convierta en ley la expropiación de empresas que se dediquen al lavado de dinero; crear una fiscalía especializada en delitos de cuello blanco; llevar a juicio político a Felipe Calderón, Genaro García Luna y Javier Lozano; un foro sobre la despenalización de la droga y fin del secreto bancario.

En cuanto a la mesa sobre desmilitarización, se planteó que sea inmediata, sin definir si esto implicaría el repliegue total o un proceso paulatino de los soldados; la revisión de la Iniciativa Mérida; eliminar la capacitación que proporcionan la FBI o algunas otras agencias internacionales

Al arrancar los trabajos de discusión del Pacto Nacional Ciudadano, el poeta Javier Sicilia reconoció que si bien Felipe Calderón es un presidente tremendamente débil, que llegó al cargo con grandes sospechas de ilegitimidad y que, evidentemente, es el principal responsable de esta guerra, no es el único; también el Congreso y los partidos que se lo han permitido.

En rueda de prensa ofrecida en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, al arrancar los encuentros, Sicilia sostuvo que el objetivo del movimiento es impulsar el Pacto Nacional Ciudadano para mandatar a los gobernantes a agilizar las reformas que requiere el país para salir de esta crítica situación creada por la guerra contra el narcotráfico.

Fuertemente cuestionado por los medios locales sobre la viabilidad de un diálogo con el gobierno, que en esta ciudad las organizaciones sociales han intentado inútilmente, el poeta reconoció que Juárez es una ciudad profundamente agraviada por las autoridades, ha habido una traición del gobierno en su actuación; recordó que el programa Todos Somos Juárez ha sido un total fracaso. Sin embargo, dijo que aunque no nos gusten las autoridades que están al frente de las instituciones, es con ellas con las que tenemos que discutir.

Al abundar en las responsabilidades de gobierno, dijo que no sólo Calderón tiene parte en esta guerra, a nivel local, claro que los gobernadores, los alcaldes y las procuradurías deberían hacer algo por reducir los niveles de impunidad e injusticia que les reclama la gente. Una justicia que reclamamos para los 40 mil muertos de esta guerra emprendida desde la administración federal, porque todas ellas son familias agraviadas, familias dolidas.

Incluso, algunos grupos amagaron con no firmar.

Fuente: La Jornada


viernes, 10 de junio de 2011

Murmullos y Bienvenida

            I
Murmullos.
Huellas de luz lunar
evidencian la huida.
Noche animal.

Rapto a sí mismo.
Vertiginoso,
un mundo se oculta en sí,
monstruoso
a la luz del día.

Fórmulas y máscaras,
silenciosas traiciones,
constituyen la vida.

¡Venga tu reino,
misterioso obrero,
que de la noche haces día!
Tus manos, manos divinas.


             II
        Ha vuelto entre oscuro ropaje
        y estridentes risas.
        ¡Es la locura de mi corazón!

       Hoy quiero darle la bienvenida,
       rendirle un culto:
       asir su trémula mano de amor.

       Mujer de hielo y luna;
       diosa terrible.
       Duermo en tus brazos mi muerte.

       Y a la aurora de tu rostro
       siempre nuevo,
       vacilo y tiemblo, huyo de ti.

       Hoy quiero darte la bienvenida,
       diosa-mujer,
      ¡locura ardiente del corazón!