I
Murmullos.
Huellas de luz lunar
evidencian la huida.
Noche animal.
Rapto a sí mismo.
Vertiginoso,
un mundo se oculta en sí,
monstruoso
a la luz del día.
Fórmulas y máscaras,
silenciosas traiciones,
constituyen la vida.
¡Venga tu reino,
misterioso obrero,
que de la noche haces día!
Tus manos, manos divinas.
II
Ha vuelto entre oscuro ropaje
y estridentes risas.
¡Es la locura de mi corazón!
Hoy quiero darle la bienvenida,
rendirle un culto:
asir su trémula mano de amor.
Mujer de hielo y luna;
diosa terrible.
Duermo en tus brazos mi muerte.
Y a la aurora de tu rostro
siempre nuevo,
vacilo y tiemblo, huyo de ti.
Hoy quiero darte la bienvenida,
diosa-mujer,
¡locura ardiente del corazón!
Así parece ser... "el corazón tiene razones que la razón no entiende" decía el ya loquísimo y janseniano Pascal... aunque también podríamos decir que la razón tiene corazonadas que el corazón tampoco puede entender... pareciera que tienen que estar confrontados, corazón y razón.
ResponderEliminarSin embargo no tiene que ser así, bien podrían decir Bruno y Dewey: la razón no debe reprimir los impulsos, sino debe redirigirlos y armonizarlos. Aunque en el amor sexual hay involucrados muchos aspectos inconscientes. Es un arduo, maravilloso y racional reto redirigir el amor de ese tipo hacia otra persona, si es que es eso lo que queremos.
En lo de las "fórmulas y máscaras" has desocultado como otros características de las relaciones humanas, nos agrada ocultar lo que somos al igual que la naturaleza lo hace.
En cuanto a las mujeres de hielo y luna que son diosas terribles, ¡uf!, ¿de esas, cuántas no hay por estos lares? En cambio, las mujeres iluminadoras y cálidas que sean diosas aristofánicas como que no abundan tanto por acá. Eso sí, ¿cuánto gozo nos pueden dar tanto las unas como las otras?, ¡jajaja!, ¡en fin!
De: Genaro